El fin de semana pasado, nos escapamos a Donosti 3 días para ir a la Tamborrada que se celebra cada 20 de enero y aprovechar para conocer la ciudad. Dado que teníamos poco tiempo, decidimos ir en avión para aprovechar el máximo allí. Para este viaje no me llevé la cámara de fotos y todas las fotos las hice con mi móvil, el Motorola One Vision.
Debido a que la escapada era corta y, la mayoría de las cosas que íbamos a hacer se desarrollarían en el centro de la ciudad, reservamos un hotel en el centro, en una calle perpendicular al paseo de la Concha desde donde en tan sólo 5 minutos llegabas al paseo marítimo.
El primer día aprovechamos a hacer un tour por la ciudad, para conocer un poco más sobre su historia, cómo se convirtió en la ciudad de ocio y verano de la corte y la alta sociedad europea gracias a la regente María Cristina, que iba allí a darse baños de mar para luchar contra la depresión que padecía después del fallecimiento de su marido Alfonso XII.
Gracias a ella, la ciudad comenzó a florecer y se convirtió en el centro de recreo de las clases pudientes tanto españolas como europeas y se convirtió en una de las ciudades más cosmopolitas de Europa con edificios de inspiración parisina (contrataron a arquitectos que habían construido en París para traer esa esencia de la capital de Francia a una ciudad con mar).
Después del tour por la parte antigua, nos fuimos al monte Igueldo a comer, desde allí tienes unas vistas espectaculares de la playa de la Concha y de Ondarreta, sin duda merece la pena subir hasta allí. Luego, nos acercamos al Peine del Viento, un conjunto de esculturas de Eduardo Chillida integradas en las propias rocas que dan al mar y que en días de tempestad las olas chocan contra ellas, para regresar después a la playa de la Concha pasando primero por Ondarreta.
Finalizamos el día con una ruta de bares para ir probando pinchos y Txakoli en los distintos locales de la parte vieja ¿mis favoritos? Portaletas (os recomiendo el pincho de bacalao caliente), Txepetxa (sólo tiene en su carta pinchos con anchoas de mil tipos: con arándanos, con foie y compota de manzana, con huevas de trucha...hasta 14 opciones tendrás para elegir), y por último La Cuchara de San Telmo (estábamos como sardinas de la cantidad de gente que había pero el foie y las carilleras que pedimos valieron la pena).
Nuestro segundo día comenzó dando un paseo por la parte del puerto para luego tomar un autobús en pleno paseo marítimo (el nº 16) que nos llevaría hasta Guetaria (Getaria en euskera), pasando previamente por Zarautz. Tenía muchísimas ganas de visitar Guetaria, es un pueblo pequeñito, de unos 3.000 habitantes pero con muchísimo encanto que vio nacer a personalidades tan importantes para la historia de España como Juan Sebastián Elcano, el primer hombre que completó la 1º vuelta al mundo en la expedición de Magallanes y Cristóbal Balenciaga, el diseñador español de Alta Costura más importante de todos los tiempos.
Dado mi interés por el mundo de la moda, no pude evitar visitar su museo (la entrada general cuesta 10€) donde podréis conocer su biografía entre mucho de los diseños que confeccionó en sus talleres de San Sebastián, Madrid y París, tienen un apartado muy especial en el que puedes probarte unos abrigos de la firma para que te sientas como algunas de las mujeres para las que diseñaba, así como su último encargo antes de retirarse: el uniforme de las azafatas de Air France.
Por recomendación, reservamos para comer en el restaurante Iribar y pedimos unas zamburiñas y un besugo que estaban de escándalo, es un poco caro pero un día es un día ¿no? ¡Hay que disfrutar de los placeres de la vida! Y para mí, sin duda, uno de ellos es comer.
A la vuelta, nos esperaba una cena en una sidrería. El 20 de enero todas las familias y cuadrillas se reúnen en sidrerías para celebrar el día de San Sebastián y en todos los restaurantes cierran un menú Tamborrada con entrantes (hasta reventar), segundo, postre y... barra libre de vino, txacolí y sidra ¡imaginaros la fiesta que se monta!
Además, te preparan tu kit tamborrada con tu sombrero de cocinero, tu tambor y baquetas para seguir la tamborrada cuando empieza a las 24.00 desde la plaza de la Constitución donde varias compañías de locales de Donosti, vestidos de militares, cocineros y aguadoras tocan el tambor hasta las 24.00 del 21 de enero, son 24h non-stop donde en la ciudad retumba el sonido de los tambores.
Nosotros al terminar la cena, volvimos dando un paseo hasta la parte vieja donde nos íbamos encontrando por los distintos barrios de la ciudad a varías compañías a golpe de tambor, llegamos hasta la plaza de la Constitución, cuyos balcones están numerados porque en el pasado fue una plaza de toros y los balcones eran los tendidos, donde, cada compañía que participa en la Tamborrada, tiene su momento de protagonismo en la plaza tocando para todos los que se reúnen allí. Me encantó el ambiente, eran las 3 de la mañana y había desde gente joven hasta matrimonios con hijos, personas mayores, todos con su tambor disfrutando de la fiesta.
Al día siguiente, se celebra la Tamborrada infantil, donde los niños desfilan por el bulevar de la mano de su colegio todos vestidos para la ocasión y sin parar de tocar el tambor, es súper bonito.
Antes de coger el avión de vuelta a Madrid, nos despedimos de una ciudad que nos sorprendió a finales de enero con sol disfrutando de otra ruta de pinchos, Txacolí y zuritos (corto de cerveza).
El primer día aprovechamos a hacer un tour por la ciudad, para conocer un poco más sobre su historia, cómo se convirtió en la ciudad de ocio y verano de la corte y la alta sociedad europea gracias a la regente María Cristina, que iba allí a darse baños de mar para luchar contra la depresión que padecía después del fallecimiento de su marido Alfonso XII.
Gracias a ella, la ciudad comenzó a florecer y se convirtió en el centro de recreo de las clases pudientes tanto españolas como europeas y se convirtió en una de las ciudades más cosmopolitas de Europa con edificios de inspiración parisina (contrataron a arquitectos que habían construido en París para traer esa esencia de la capital de Francia a una ciudad con mar).
Después del tour por la parte antigua, nos fuimos al monte Igueldo a comer, desde allí tienes unas vistas espectaculares de la playa de la Concha y de Ondarreta, sin duda merece la pena subir hasta allí. Luego, nos acercamos al Peine del Viento, un conjunto de esculturas de Eduardo Chillida integradas en las propias rocas que dan al mar y que en días de tempestad las olas chocan contra ellas, para regresar después a la playa de la Concha pasando primero por Ondarreta.
Finalizamos el día con una ruta de bares para ir probando pinchos y Txakoli en los distintos locales de la parte vieja ¿mis favoritos? Portaletas (os recomiendo el pincho de bacalao caliente), Txepetxa (sólo tiene en su carta pinchos con anchoas de mil tipos: con arándanos, con foie y compota de manzana, con huevas de trucha...hasta 14 opciones tendrás para elegir), y por último La Cuchara de San Telmo (estábamos como sardinas de la cantidad de gente que había pero el foie y las carilleras que pedimos valieron la pena).
Nuestro segundo día comenzó dando un paseo por la parte del puerto para luego tomar un autobús en pleno paseo marítimo (el nº 16) que nos llevaría hasta Guetaria (Getaria en euskera), pasando previamente por Zarautz. Tenía muchísimas ganas de visitar Guetaria, es un pueblo pequeñito, de unos 3.000 habitantes pero con muchísimo encanto que vio nacer a personalidades tan importantes para la historia de España como Juan Sebastián Elcano, el primer hombre que completó la 1º vuelta al mundo en la expedición de Magallanes y Cristóbal Balenciaga, el diseñador español de Alta Costura más importante de todos los tiempos.
Dado mi interés por el mundo de la moda, no pude evitar visitar su museo (la entrada general cuesta 10€) donde podréis conocer su biografía entre mucho de los diseños que confeccionó en sus talleres de San Sebastián, Madrid y París, tienen un apartado muy especial en el que puedes probarte unos abrigos de la firma para que te sientas como algunas de las mujeres para las que diseñaba, así como su último encargo antes de retirarse: el uniforme de las azafatas de Air France.
Por recomendación, reservamos para comer en el restaurante Iribar y pedimos unas zamburiñas y un besugo que estaban de escándalo, es un poco caro pero un día es un día ¿no? ¡Hay que disfrutar de los placeres de la vida! Y para mí, sin duda, uno de ellos es comer.
A la vuelta, nos esperaba una cena en una sidrería. El 20 de enero todas las familias y cuadrillas se reúnen en sidrerías para celebrar el día de San Sebastián y en todos los restaurantes cierran un menú Tamborrada con entrantes (hasta reventar), segundo, postre y... barra libre de vino, txacolí y sidra ¡imaginaros la fiesta que se monta!
Además, te preparan tu kit tamborrada con tu sombrero de cocinero, tu tambor y baquetas para seguir la tamborrada cuando empieza a las 24.00 desde la plaza de la Constitución donde varias compañías de locales de Donosti, vestidos de militares, cocineros y aguadoras tocan el tambor hasta las 24.00 del 21 de enero, son 24h non-stop donde en la ciudad retumba el sonido de los tambores.
La Tamborrada para los donostiarras es como los San Fermines para los pamplonicas o la Feria de Abril para los sevillanos, la viven con muchísima ilusión.
Las sociedades que participan, tocan las piezas compuestas por Raimundo Sarriegi por turnos, las hay que empiezan por la mañana, por la tarde, y de madrugada. Salen desde donde tienen su sociedad gastronómica, txoko en euskera (donde se reúnen a comer y que son como restaurantes privados donde sólo pueden acceder los miembros de la sociedad).
Todas las sociedades se disfrazan de militares franceses, cocineros y aguadoras ¿la razón? Los trajes del ejército de Napoleón fueron regalados a las sociedades que los utilizaron para disfrazarse y desde entonces se convirtió en tradición, los de cocineros porque la mayor parte de las sociedades que participan son gastronómicas y las aguadoras, que en vez del tambor tocan el barril junto con los cocineros, porque en el siglo XVIII eran las mujeres las que iban con los barriles a las fuentes a por agua y tocaban el barril mientras esperaban su turno imitando los cambios de guardia de los militares.
Antes de coger el avión de vuelta a Madrid, nos despedimos de una ciudad que nos sorprendió a finales de enero con sol disfrutando de otra ruta de pinchos, Txacolí y zuritos (corto de cerveza).
Madre mía q pasada de experiencia
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